En días como hoy me dan ganas de pararme sobre mi escritorio y gritar a todo pulmón algo.
Pero sólo en días como hoy, en que los fluorescentes rayos del sol se cuelan a través de las lúgubres persianas que intentan cubrir los ventanales de la oficina. La intensa luz de la tarde baña todas las cosas haciéndolas brillar como zapatos de charol recién boleados. y empiezan a tomar estridentes tonos amarillos, naranjas y rojizos. Entonces se ve todo más claro, los sonidos de la oficina empiezan a bajar de intensidad y si pones atención se apagan por completo. Puedo observar a cada quien frente a su escritorio, organizando papeles, escribiendo notas, viendo el monitor, hablando en el teléfono, moviendo los dedos frente al teclado, pero no se escucha nada, ni un sólo sonido.
Y si me detengo a observarlos entonces los movimientos se hacen aún más lentos, el aire es mucho más denso y el tiempo se alaaarga o se detiene.
Por eso quisiera poder pararme y gritar algo, para romper el silencio. Para no detenerme con ellos y que el silencio no me trague a mí también con todos estos pensamientos.
Que bien saber que estas de regreso, aquí estaremos siguiendo tus historias y quizás en una si te escuchemos gritar de pie en esa mesa.
Pavel
y yo feliz de saber que me sigues leyendo amigo, saludos!!
Está interesantemente descrito, casi cómo si lo estuvieras viendo.
que bueno que tambien lo viviste por medio de mis palabras :) gracias por leerme
Un grito que salga de lo profundo, quizás no digas nada, solo sea un lamento, y que pasaría entonces? alguien voltearía a verte? alguien gritaría contigo? o todo seguiría igual? detenido suspendido….
Saludos Susana :)
si hubiese gritado… seguro me hubieran visto con cara de loca… me hubiesen tachado de loca, nadie más hubiese gritado, me hubiesen mirado con ojos de lástima por un momento para volver a sus tareas de manera ordinaria… todo, efectivamente hubiese seguido igual.
saludos Abby!