De nuevo llego a mi morada.
«Nana» cobija mi cuerpo en un cálido abrazo y me entrego por completo a su regazo. Sus grandes amorosas manos acarician mi cabello mientras susurra viejas canciones de cuna. Promete que pronto volveré a reír y a correr descalza.
La profundidad del bosque y la inmensidad de la noche estrellada esperan mi regreso.
Por hoy sólo queda descansar.