En un momento apenas perceptible

Escuché que tocaban a la puerta. Supe que eras tú.
Llegaste con la puntualidad de cada sábado.
Un leve estremecimiento recorrió mi cuerpo.
Abrí. Entonces sucedió. Nuestros ojos se encontraron.
Tus ojos y su ternura.
La profundidad de tu mirada,
el lenguaje único de tu mirada,
el silencio de tu mirada,
la nobleza de tu mirada,
la incógnita de tu mirada,
la razón de tu mirada,
la sencillez de tu mirada,
la pasión de tu mirada,
la dicha de tu mirada,
la paz de tu mirada,
la sabiduría de tu mirada,
la locura de tu mirada,
la calidez de tu mirada,
la melodía de tu mirada,
la dulzura de tu mirada,
la devoción de tu mirada,
y tu mirada en la mía
unidas en un momento apenas perceptible
apenas presente, fugaz e intocable.
Apenas tus ojos se posaron en los míos y sentí que me abrazaban
que no había nada que decir que nos hablábamos sin decir nada
sin pensar nada, que somos uno, que somos todo, sin necesidad de nada.
El tiempo no se detiene porque el tiempo entonces no existe.
No somo tú y yo, son sólo nuestras miradas.
No hay pasado ni futuro ni tenemos historia, sólo estan nuestras miradas.
¿Nos vamos? Rompiste el silencio.
Asentí apenas con la cabeza.
Salimos juntos.
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