21 kms, suficientes para caer y levantarse

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Dentro de la derrota está la victoria. – Winston Churchill

 

Correr más allá de una hora es una actividad que siempre me ha brindado la oportunidad de revisar la calidad de mis pensamientos, ponerme en contacto con las emociones que a veces no dejo salir, de replantear algunos problemas, de recordar todo tipo de situaciones y momentos, en fin, de total introspección.

A veces son tantas las distracciones en el día a día,  con las labores cotidianas de la oficina, de la casa con los hijos, de las reuniones con los amigos, que incluso cuando leo o veo televisión me descubro evadiéndome de todo.

Por eso para mí correr se ha vuelto una terapia.

Desafortunadamente hay terapias que funcionan solo si son desagradables.  Ese verse hacia adentro y descubrir lo que cotidianamente no queremos ver no es tarea fácil y menos si tomo en cuenta que estoy frente a un medio maratón, es decir,  poco más de 20 kms de reflexión, puede resultar abrumador.

Regularmente yo soy de esas personas que afrontan los retos con una actitud optimista, tengo fe que si el día de la carrera pongo mi mejor esfuerzo  y en mi cara una sonrisa al final todo va a estar bien. Pero hoy no fue suficiente con llevar una sonrisa, detrás de ella estaba yo, esperando por encontrarme.

Llegué al evento con mucha tristeza pero el ver a mis amigos hice a un lado mis problemas y trate de enfocarme en el momento presente. No era para menos, teníamos ante nosotros el evento deportivo del año de la ciudad, un evento que, desde que soy corredora nunca me pierdo. Solo que nuestro encuentro fue tan fugaz que en unos cuantos minutos ya estaba sola esperando el disparo de salida, me sentía muy inquieta y simplemente no sabía que más hacer.

Cuando por fin dio inicio corrí emocionada. Sabía que a pocos kilómetros estaba una parte nueva de la ruta con una subida interesante,  así que tenía curiosidad por pasar este tramo.  Subimos el puente que nos llevó a la zona centro de la ciudad, ahí pude alcanzar al corredor pacer que haría un tiempo de 1 hora con 50 minutos, lo cual en ese momento me pareció una meta realista, decidí seguirle el paso. Sin embargo después de pasar la novedad de la ruta, me encontré corriendo por los mismos lugares donde los años anteriores había corrido. ¡Cuántas cosas habían cambiado en este tiempo!

Los recuerdos empezaron a llegar, y con ellos también un cumulo de sentimientos que seguramente solo esperaban un detonador para aflorar. Mi ánimo, así como mi paso empezó a caer. No ayudaba que varios conocidos me saludaran, varias veces escuche decirles la palabra “Animo” tan común entre corredores,  pero que sin embargo, en este momento resonaba en mi conciencia:  “¿Realmente me siento animada?” “¿Realmente estoy tan contenta como lo aparenta la  sonrisa que porto mientras corro?” Me vi sola… y mi sonrisa en ese momento me pareció una mueca. Mi paso se hizo cada vez más lento y poco a poco se empezó a alejar entre la multitud el pacer que portaba el letrero de 1:50

El sentimiento de soledad se fue haciendo cada vez más agudo y la palabra SOLA empezó a resonar en todo mi cuerpo mientras me movía. SOLA entre tanta gente, SOLA. Pasaban a mi lado los corredores, algunos de ellos me saludaban con un afectuoso Susie o Susana, pero aun asi lo único que yo escuchaba era la palabra SOLA. Mis piernas empezaron a sentirse pesadas, mi sonrisa se desvanecía.

Empecé a parar en cada puesto de hidratación buscando algo, ¿agua? ¿Una excusa para detenerme? ¿Qué buscaba realmente?

Caminaba mientras daba un par de sorbos a los vasos, después los desechaba… Seguía caminando, volvía a trotar. Mi mente totalmente en otro lugar.

Cuando vislumbré mas adelante el punto de abastecimiento del kilómetro 9 empecé a pensar en abandonar la carrera. No quería continuar, era doloroso para mi seguir corriendo. En este punto había música a todo volumen tratando de motivar a los corredores, en mi caso en lugar de animarme curiosamente sentí una opresión en el pecho muy honda, estaba a punto del llanto.

Quería dejarlo todo e irme. ¿A dónde más podría huir si paradójicamente me encontraba corriendo? ¿Habría acaso algún lugar en donde todos esos sentimientos de tristeza, desanimo, soledad, melancolía no pudieran alcanzarme? ¿Cómo podría hacer para liberarme de ellos? Después de hacerme muchas preguntas y de no saber hacia dónde huir, entendí en ese momento que la respuesta se encontraba solamente en mi interior.

Titubeantes mis pies  continuaron trotando. Asumí que no podría terminar la carrera en 1 hora 50 minutos y empecé a visualizarme cruzando la meta, aunque fuese arrastrando las piernas.

Entonces escuché  esa voz interna que me ha sacado de mis peores momentos de duda y reflexión. El mundo desapareció por completo.

– Olvídate de todos. Aquí soy solo yo y nadie más.

– No puedes arreglar o vivir la vida de otra persona solo puedes vivir la tuya.

– Tampoco es tu responsabilidad la felicidad de nadie, tu única responsabilidad es TU felicidad.

– Ocúpate de tu vida, deja de lloriquear. Aquí no viniste a eso ¿o si?

Mis piernas poco a poco reaccionaban, tome  impulso para continuar. En ese momento subía la pequeña cuesta rumbo al hipódromo. Recordé los días en que empezaba a correr y solia entrenar con Daniel, mi primer compañero de entrenamientos, corríamos juntos esa ruta. El siempre se sorprendia de lo veloz que era yo en aquella subida, recorde  lo orgullosa que esto me hacia sentir. Me vi. Y me vi feliz. ¿Que tenía esa Susana del 2012 que no tuviera la de ahora? Mis piernas son las mismas, incluso ahora son mucho más fuertes.

¿Por qué no habría de volver a subir rápido y feliz en este momento, tal como en aquel entonces? En ese instante, ¿Que me lo impedía? ¿Y ahora qué me hace falta?

Al par de minutos ya estaba entrando al estadio de los Xolos,  ahí ofrecian agua embotellada, lo cual pensé que era muy mala idea pero decidi aceptar un envase para refrescarme el cuerpo. Me detuve un momento. Un amigo paso a mi lado, cariñosamente me dio ánimos. A pocos  pasos vi a uno de mis compañeros de equipo. Con fuerza arrojé al piso la botella que tenía en la mano. Decidí seguirlo y aprovechar su compañía para retomar el paso. Para mi sorpresa el impulso que tome hizo que lo dejara atrás a los pocos metros. Sorprendida continué corriendo con toda la energía de la que era capaz en ese momento.

Lo único que me permitia pensar y repetir una y otra vez mentalmente  fue

YO SOY MAS FUERTE QUE TODOS MIS PROBLEMAS

YO SOY MAS FUERTE QUE MIS CIRCUNSTANCIAS

YO SOY MAS que una corredora

YO SOY MAS de lo que nadie ve

YO SOY MAS QUE mis pensamientos

YO SOY MAS QUE mis sentimientos de tristeza.

YO SOY MAS QUE mis sentimientos de fracaso

YO SOY MAS QUE mis sentimientos de soledad

YO SOY MAS QUE mis recuerdos

YO SOY MAS que  ayer

YO SOY MAS que la persona que era hace un año, que hace dos años, que hace tres

YO SOY MAS que esta carrera.

YO SOY MAS……

Sentí que avanzaba como nunca antes, con propósito, con las ganas de salir de ese lugar oscuro a donde mis pensamientos me habían llevado. Con la firme intención de demostrarme que yo soy la única que decide por mí, que lleva las riendas de mi vida y de mi mente, que nada ni nadie me pueden derrotar si no lo permito yo.

Empecé a transformarme, a pasar a otros corredores, curiosamente fueron contados aquellos que entre la multitud pude reconocer y saludar, ya no iba viendo hacia afuera, iba viéndome a mi.

Cuando me di cuenta mi mantra se habia convertido en un continuo  YO SOY YO SOY YO SOY. Después de la ultima cuesta y justo en el momento de visualizar la meta, mi único pensamiento había ido mutando a un YO continuo, YO, YO, YO.

Eso para mí fue esta carrera, un reencuentro conmigo. Haber caído a lo más oscuro y triste, reconocer el dolor que estaba ahí y encontrar  las fuerzas necesarias para levantarme, continuar y seguir creciendo. Fue un abrazo compasivo desde lo mas interno, un acto de aceptación y de amor.

Al final cruce la línea de llegada a la hora con 53 minutos, tiempo del cual me siento feliz y orgullosa, porque se que soy mucho más que un número, y esta experiencia fue también mucho más que una carrera.

Quiero dedicar este texto a todos los corredores y corredoras que encontre en mi camino y a todos quienes por alguna u otra razon hayan sufrido en el trayecto, este tipo de actos nos transforman.

Mientras haya vida, el reto es darle todos los días.